Creo que todos hemos visto ira y personas que les molesta todo en algunas RRSS.
Tener la piel muy fina significa que te ofendes fácilmente, prácticamente por todo.
La ausencia de un contexto real donde solo está presente el factor digital (lo escrito y la palabra) favorecen la aparición de dificultades de interpretación y maximizan la probabilidad de sentirnos ofendidos.
La inmediatez y el anonimato a la hora de exponer una opinión llevan a una menor reflexión sobre la intención y el contenido de lo que se está escribiendo.
Hasta la justicia a veces tiene dudas a la hora de definir donde están los límites de la ofensa y de la libertad de expresión.
Todos en algún momento nos hemos sentido ofendidos y puedes reaccionar de diferentes maneras:
-Sin inmutarte y dejarlo pasar
-Poniéndote a la defensiva
-Contraatacar
-Victimizarse
-Culpabilizar al otro
Continuando lo que los buenos cuentos nos proporcionan, este del maestro Zen nos enseña que a veces buscamos lo que nos sucede lejos de nosotros. Si nos va mal pensamos que es por algo externo a nosotros, buscamos el origen en otra persona o en una situación.
No se puede controlar lo que ocurre a tu alrededor, pero si evitar que te afecte, intentar controlar esa primera emoción, ese primer pensamiento negativo que nos invade.
Siempre hay que buscar un nuevo camino, e intentar no quedarte anclado en algo negativo, que te ha pasado o que has leído, que únicamente te dará tristeza, frustración, ira o miedo...
Un cuento que te hará reflexionar...
Cuentan que hace mucho existió en un lugar de la extensa China un maestro zen muy valorado y querido por todos. El hombre era un sabio al que muchos pedían consejos. Su fama se extendió tanto que no tardaron en llegar discípulos de todos los rincones del país.
Al principio el sabio estaba encantado con poder ayudar a los jóvenes aprendices, así que su fama aumentó más y más, hasta tal punto, que él mismo tuvo que comenzar a escoger a los que serían sus discípulos, ya que no podía atender a todos.
El repentino cambio del maestro zen.
Pero el tiempo pasó deprisa y el sabio envejeció. El maestro comenzó a cambiar de actitud, y su trato se volvió duro y arisco.
Los jóvenes aprendices que acudían a él, abandonaban aquel lugar un tanto sorprendidos por el trato recibido por el maestro. Y la fama de dulce y maravilloso maestro zen se transformó entonces en una creciente fama de sabio arisco e intratable.
Los discípulos comenzaron a buscar otro maestro y poco a poco, el famoso sabio zen se quedó solo. Se dedicó entonces al cuidado de su jardín y a sus reflexiones en soledad.
El discípulo que el maestro estaba esperando...
Pero un día, un joven aprendiz, que había oído hablar tan bien hacía tiempo de este maestro, sorprendido por todo lo que se decía ahora de él, decidió ir él mismo y comprobarlo en persona. Y, a pesar de las advertencias de todos acerca de su mal carácter, el joven quiso conocer al anciano.
El chico llegó hasta la casa del maestro y llamó a su puerta. Nadie salió a abrirle. Pero vio que había una vela encendida, así que imaginó que el maestro estaba dentro. Volvió a llamar, y nada… Miró por una rendija y observó que el jardín estaba perfectamente cuidado:
– No puede estar enfermo- pensó.
Así que decidió esperar en la puerta a que le abrieran.
El pobre aprendiz pasó toda la noche a la intemperie. A la mañana siguiente, el anciano abrió la puerta y le dejó entrar a regañadientes.
El anciano dijo al joven que se sentara, y al hacerlo, le gritó:
– ¡Siéntate bien, con dignidad y no encorvado, estúpido!
El discípulo se sintió algo ofendido, pero le hizo caso y se sentó más erguido. Después, el anciano llegó con una tetera repleta de té recién hecho. ¡Olía fenomenal! Se sirvió la bebida en una taza, y al observar que el joven no paraba de mirar, le preguntó:
– ¿Quieres té?
El joven asintió, pero cuando el anciano sirvió el té en otra taza, se la tiró a la cara al joven discípulo. El chico no podía creer lo que estaba pasando, y dijo algo enfadado:
– ¿De verdad? ¿Es así como tratas a las visitas?
El anciano entonces cerró los ojos y empezó a meditar. Y el chico decidió hacer lo mismo. Pero entonces sintió una sonora bofetada y el joven abrió los ojos aún dolorido:
– Y bien- dijo entonces el maestro zen- ¿De dónde crees que nació el ruido de esta bofetada? ¿De la mano o de la mejilla?
El chico se quedó pensando y contestó:
– De mi mente, maestro. El ruido ha nacido de mis pensamientos y emociones, y partieron de mi mente.
El anciano sonrió y dijo:
– Por fin: eras el discípulo que estaba esperando.
Desde entonces, el anciano trató muy bien al joven discípulo, y él aprendió tanto, que se convirtió en el maestro más venerado y sabio de todos.
‘Más allá de las apariencias, debemos buscar el origen del ruido en nuestro interior’
Decir que el maestro podía tener mejores modales 😄
Lo cierto es que las RRSS han cambiado nuestras vidas.
Hay personas que no son conscientes de su adicción, alteraciones en su estado de ánimo, con aumento de la ansiedad y la depresión.
Es una obsesión por likes, comentarios y número de publicaciones, que generan sensaciones positivas: sentirse mejor/más capaz. Se busca un reconocimiento de los demás. Ver que somos queridos virtualmente alimenta el ego.
Para combatirlo hay que ponerse límites, un autocontrol, desactivar las notificaciones…
Como decía el cuento, hay que ser consciente del uso ininterrumpido de las RRSS y sus síntomas físicos, como los ojos secos y el dolor de cabeza.
Una planta milenaria puede ser tu mejor aliada, una alternativa efectiva para combatir el estrés y la ansiedad. No genera ningún efecto secundario y es una ayuda 100% natural para conseguir tu mejor versión.
Con solo cuatro gotas al día de CBD, tu estado de ánimo mejora.
Si quieres un sueño profundo y reparador, otras dos gotas antes de acostarte y dormirás como un bebe 😀
El CBD ha transformado el bienestar y la felicidad de millones de personas.
También a mí, en el momento más difícil en mi vida, la ansiedad y dormir mal me perseguían. Pero un día, con solo unas gotas, todo cambió. Morfeo volvió para quedarse y la ansiedad desapareció.
Desde entonces recuperé mi mejor versión y conseguí una coraza dura como un bisonte.
En el cambio está el aprendizaje para mejorar.