No tengo descendencia Keniata y soy más blanco que los dientes de un anuncio dentífrico.
Sin motivo aparente mi mente quería correr una maratón.
La última vez que corrí… fue hace 40 años cuando jugaba al futbol.
Mis pensamientos insistían en correr esos 42 km, como si fuera un reto que tuviera que cumplir.
No era consciente que a los 58 años y sin haber realizado ejercicio de forma continuada, las consecuencias podían ser muy destructivas como lo fueron, pero un ingrediente natural me salvó in extremis y cambió mi vida para siempre.
Los buenos propósitos para ir al gym chocaban con cuotas malgastadas por la falta de constancia.
El cuerpo se oxida y un sobreesfuerzo casi me deja cojo por mucho tiempo.
Me levantaba temprano, para caminar con mis perros.
Primero cinco, diez, hasta pasar de los veinte km diarios.
Como tardaba más de 2 h en recorrer tantos km, comencé a correr en pequeños intervalos.
Al cabo de tres meses ya podía correr varios km seguidos.
Mi cuerpo me pedía más.
Buscaba los límites donde nunca había llegado.
El deporte genera más de 50 hormonas, entre las que destacan: la dopamina, serotonina, y endorfina.
Producen una sensación placentera, de sosiego, y de necesidad diaria.
No me importaba que hiciese frío, calor, que lloviese o nevase.
Tenía que salir a correr, era una droga para mí y un hábito para mis perros, que se quedaban sedados y tranquilos el resto del día.
Perdí peso, la barriga cervecera desapareció y los músculos se fortalecieron.
Sin embargo, los problemas comenzaron a aparecer.
Mis articulaciones, sobre todo los tobillos, se me hinchaban y me dolían.
Al despertar, el ritual de estiramientos para comenzar a moverme se prolongaba, al igual que después de correr.
Por las noches mi sueño se interrumpía por tirones musculares, me retorcía como una lombriz, hasta desvelarme por el dolor.
Intentaba no moverme, mantener la misma postura, pero aun así notaba como los músculos se encogían, generando un dolor que aumentaba en intensidad y duración.
Mi cuerpo se quejaba del esfuerzo.
Una buena dieta, vitaminas, minerales, y estiramientos no surtían efecto.
Todo cambió cuando probé la milagrosa planta milenaria.
Con solo unas gotas eliminó la inflamación y el dolor de los tobillos.
La fascitis plantar era lo que mi cuerpo utilizaba para que no pudiera correr, si lo intentaba, el dolor me hacía parar.
El aceite mágico de CBD sobre la planta de mis pies realizó el milagro.
Al cabo de 30 minutos las molestias habían desaparecido
Con esta revelación probé una crema con CBD para que las piernas dejasen actuar a Morfeo con un sueño profundo y reparador…
Fue la mejor elección que recuerdo, dormí como un bebe.
Por las mañanas, ya no me levantaba encogido y los dolores musculares habían desaparecido.
Desde entonces he corrido 5 maratones y espero correr algunos más:-)
Me enamoré del CBD.
Invertí el dinero ahorrado y mi tiempo en crear una línea de CBD: Yeswecann.
Con el objetivo que el mayor número de personas prueben cómo el CBD te puede mejorar la vida.
Sin duda mi mejor decisión.
En otro post te contaré lo que me ocurrió quemándome con aceite en la cocina y la solución perfecta para cualquier quemadura…
Hasta entonces, gracias por leerme.
Solo animarte a que pruebes productos con CBD, son 100% naturales, no tienen ningún efecto secundario, al contrario, son todo beneficios, que te transformarán, y conseguirás ser tu mejor versión.